Tras un 2019 con alto superávit comercial, persisten las dudas sobre si se mantendrá el repunte de l
El 23 de diciembre pasado, a 48 horas de la Navidad, el Indec informó que en noviembre la Argentina tuvo un superávit comercial de 2.445 millones de dólares, el saldo mensual más alto en más de una década y el segundo más alto de la serie histórica, después de los 2.543 millones de mayo de 2009.
La enumeración confirma una regularidad de la que la Argentina aún no logró escapar: los años de superávit comercial importante son los de las más profundas recesiones o crisis económicas. De hecho, los tres superávits anuales más altos en lo que va del siglo fueron 2009 (16.885 millones de dólares), 2002 (16.662 millones) y 2019, en que el saldo a favor cerrará en cerca de 15.500 millones de dólares.
En los tres años citados el PBI argentino se retrajo notablemente y el excedente comercial fue más producto del colapso de las compras que de la pujanza de las ventas al exterior.
El fenómeno viene de lejos. Entre 1900 y 1920 la Argentina tuvo un solo año de déficit comercial: 1911, con USD 60 millones de ese entonces. A partir de 1921, los signos se empezaron a intercalar, aunque con mayoría de superávits, que se volvieron voluminosos en los años de la segunda guerra mundial.
Luego de la guerra, el saldo a favor se esfumó rápidamente: de USD 499 millones en 1946 a un déficit de USD 139 millones en 1949, que se estiró hasta USD 492 millones en 1952. Con un ajuste ortodoxo, el presidente Juan Domingo Perón logró virar la balanza comercial a un superávit de USD 330 millones en 1953. Pero ni el saldo ni el gobierno pudieron sostenerse. Desde entonces y hasta nuestros días se alternan déficits voluminosos en los enviones de crecimiento y fuertes superávits (como en la década del 80) en los períodos de vacas flacas.
Todos los gobiernos, invariablemente, enfatizan la importancia del comercio exterior como proveedor de divisas “genuinas”, pero ninguno logró avanzar consistentemente en ese sentido.
El kirchnerismo partió del super saldo superavitario de 2002, que se fue estrechando, en la medida que el aumento de las importaciones por la expansión de la actividad económica superó año a año el aumento del valor de las exportaciones, traccionadas por los altísimos precios de las materias primas agropecuarias, algo que afectó, en mayor o menor medida, a todas las economías latinoamericanas, como muestra un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo sobre la “Cuesta arriba” que ahora enfrenta la región para colocar sus productos en el exterior.
Así, en 2011 las exportaciones de bienes alcanzaron su máximo histórico: USD 84.268 millones. Los más optimistas avizoraban ya el hito de los USD 100.000 millones. Pero los precios de las materias primas y los términos del intercambio (la relación de precios entre lo que se vende y lo que se compra) empezaron a ceder y en sólo cuatro años las exportaciones cayeron a USD 56.787 millones, una merma de casi 27.500 millones de dólares, ó 23 por ciento.
Tal fue el punto de partida de la gestión macrista, que tuvo, otra vez en virtud de la recesión, un leve superávit comercial en 2016 y logró recuperar, aunque a un ritmo lento, el sendero alcista de las exportaciones, que este año cerrarán en aproximadamente USD 65.000 millones, poco menos de 15% por sobre los niveles de 2015, cuando asumió.
“Todo lo que fue apertura al mundo, la promoción de China, las exportaciones de carne, el acuerdo del Mercosur con la Unión Europea, fue muy bueno, pero se pudo haber hecho más. Había mucho optimismo y buena voluntad, se hablaba de lluvia de inversiones, pero el gobierno de Macri nunca supo lo que es conseguir inversiones”, dice Horacio Busanello, ex CEO del grupo Los Grobo.
Busanello es también autor de un libro sobre China y recuerda el comentario del número uno del Fondo Soberano de China: “nosotros -le dijo- vamos a invertir en la Argentina el día que los argentinos inviertan en la Argentina”. Así, de hecho, ocurrió en el gigante asiático: primero invirtieron los locales, después la diáspora china y finalmente, al cabo de más de una década, empezaron a llegar las inversiones no chinas.
“Si los propios argentinos no invierten en el país -dice Busanello- las inversiones no van a venir y vamos a seguir dependiendo del complejo agroindustrial, que explica el 60% de n
uestras exportaciones, y el campo en particular, que da entre 25 y 30.000 millones de dólares de superávit comercial”. El ahora consultor de negocios entre la Argentina y Brasil cree que Macri bajó las retenciones a la agroexportación “demasiado pronto y se desfinanció”. Fue muy ingenuo, dice, de gente muy orientada a lo financiero y poco a la economía real.
En tanto, el economista Lorenzo Sigaut Gravina señaló que la remoción de las restricciones comerciales y cambiarias, sumado al retraso cambiario a partir de la segunda mitad de 2016 hizo que las importaciones se dispararan y el déficit comercial volviera a crecer muy rápido en 2017. La política comercial de Macri, reconoce. "abrió muchos mercados, sobre todo para productos primarios (limones, carnes, algunas frutas), pero el balance no es positivo en cuanto al Valor Agregado de las exportaciones.