Sembrar con un Gobierno y cosechar con otro: cuáles son las expectativas del sector agropecuario para 2023
Incertidumbre. En el inicio de 2023, esa es la palabra que mejor define, o intenta hacerlo, qué se puede esperar de la actividad del campo argentino para los próximos meses. La sequía, que demora en irse, el contexto económico, la brecha cambiaria, que impacta sobre los números de la actividad, entre otros factores, son parte de un cóctel que no deja vislumbrar con nitidez qué puede aguardarse del sector más dinámico de la economía, que le aporta siete de cada 10 dólares al país.
Algunos números del balance de 2022 parecen ser positivos y permitirían pensar en un 2023 aceptable. El año pasado, en medio de buenos precios internacionales para los granos, la agroexportación ingresó US$40.438.170.941, un 22% por encima de 2021 y una cifra récord. El dólar soja I y II, que terminaron aportando en liquidaciones más de US$11.000 millones entre ambos, le sirvieron al Gobierno para sumar reservas al Banco Central (BCRA). En tanto, en el balance las ventas al exterior de carne vacuna rondarían los US$3500 millones, un 25% por encima de la cifra del año previo. Además, las exportaciones lácteas venían en un nivel récord, de US$1400 millones. Son algunos de los números positivos, potenciados por los mejores valores, que acompañaron en el período.
Pero la incertidumbre y las amenazas mencionadas están ahí, al acecho. En eso coinciden los expertos consultados por LA NACION. Se agrega otro condimento: este año, los productores sembrarán bajo la gestión del actual Gobierno y cosecharán con otras autoridades en la Casa Rosada. Las expectativas respecto de quiénes pasarían a conducir los destinos del país podrían jugar un partido propio, inclinando la cancha a favor si existen promesas de cambios de una política hoy marcada por intervenciones en los mercados. En el fondo, si bien falta para que se defina la suerte de la campaña agrícola, solo un escenario de precios elevados podría amortiguar el efecto de la sequía.
“Para el agro, 2023 estará marcado por cuatro factores principales: fracasos o fuertes reducciones de rindes en las cosechas fina [trigo y cebada] y gruesa [maíz, soja, entre otros cultivos] por una sequía histórica; problemas de preñez en vacas y menor engorde de novillos; continuidad del alto riesgo climático, y creciente incertidumbre político-económica en un año electoral”, señalan Sofía Ganly y Carlos Pouiller, analistas de mercados de la consultora AZ-Group.
Para estos expertos, la producción de trigo, maíz, cebada, aceite de girasol y soja sumará 111,2 millones de toneladas. “Esta cosecha estará lejos de la del ciclo 2021/22, que para esos productos alcanzó 123 millones de toneladas”, indican.
Y agregan: “Si se toman como referencia los precios FOB actuales, la liquidación de divisas de los cinco productos correspondientes al ciclo 2022/2023 podría alcanzar los US$34.864 millones”. Para tener en cuenta, el promedio de los últimos cinco años es de US$23.500 millones.
Si se mira la previsión de US$34.864 millones, ya de por sí sería menor a los más de US$40.000 millones de 2022. Pero, ¿no debería ser más baja si en trigo ya hubo una pérdida de 10 millones de toneladas y ocurriría una merma en cultivos para la campaña gruesa? ¿Qué elemento podría compensar algo?
Los especialistas responden que esto sería “fundamentalmente por la suba de precios de una campaña a la otra”. Explican: “Hay que considerar que en 2022 el ingreso de divisas por exportaciones se efectivizó a valores FOB del trigo de entre US$250 y US$300. En la nueva campaña 2022/2023 el ingreso por el cereal es mucho menor en términos de producción, pero se negoció a valores FOB de US$400 a US$450, con un aumento de 80% del valor. Para el resto de los granos se repite la situación”.
Otros cálculos hablan de un mayor impacto. Recientemente, en referencia a los distintos productos agroindustriales, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) proyectó que, ante una caída en la producción agrícola de 2022/2023 por culpa de la sequía, la liquidación de divisas del sector el próximo año caería entre US$9570 millones y US$15.842 millones. La entidad rosarina trazó tres escenarios de proyecciones: uno optimista, otro realista y otro pesimista. En los tres casos estimó una merma en la liquidación respecto de los US$45.689 millones de 2022. De darse el primer escenario, caería a US$36.119 millones; en el segundo, a US$33.103, y en el último, a US$29.847 millones.
Según Ganly y Pouiller, para el agro en 2023 hay que considerar “la posibilidad de continuidad de alto riesgo climático por la lenta disipación del fenómeno La Niña”. Indican: “De concretarse ese escenario, podría alargar las penurias en las empresas ganaderas, acentuar las bajas de rindes de los granos gruesos y complicar la siembra de granos finos del ciclo 2023/2024. Una combinación muy dañina, a la cual se le sumará la alta carga impositiva que tienen que afrontar los productores en 2023 y que constituye una variable de gran preocupación para todas las empresas agropecuarias”.
Según los expertos de la consultora, otro punto clave es la creciente incertidumbre política y económica en un año electoral. “Los cultivos agrícolas se sembrarán con un gobierno y se cosecharán con otro. Si triunfa Juntos por el Cambio, los precios podrían ser favorables para la producción a partir de la unificación del tipo de cambio y de la eliminación de retenciones que prevén los programas de la coalición. Si triunfara el oficialismo, debería esperarse que sigan los cepos cambiarios y los derechos de exportación, con sus conocidos efectos deletéreos sobre la producción y la rentabilidad de la agricultura”, señalan.
Gustavo Oliverio, de la Fundación Producir Conservando, también pone eje en lo climático a la hora de trazar perspectivas para 2023. “Las proyecciones iniciales de producción 2022-2023 que marcaban un crecimiento sobre la campaña 2021/2022 se caen significativamente de las 140-145 millones de toneladas previstas a 110-115 millones de toneladas en el mejor de los casos, o algo menos si continúan las condiciones climáticas adversas”, advierte.
Para Oliverio, “es incierto el cierre de la producción de esta campaña 2022 y más incierto aún cómo será la campaña de 2023″. Señala que lo que ocurra climáticamente en el primer semestre del nuevo año dará una pauta de las intenciones de siembra, “pero incidirá también si continúan los cambios permanentes de reglas monetarias, fiscales, cupos, importaciones restringidas, etcétera”.
Sobre esto último, que tiene que ver con la cuestión política-económica, opina: “En forma simultánea al tema climático, durante todo el año hemos asistido a todo tipo de intervención de mercados por parte de las autoridades económicas, con el objetivo teórico de bajar el precio de los alimentos y, con ello, la inflación, y de asegurar el ingreso de dólares al Banco Central para aumentar reservas; a la vez, tenemos cupos de exportación, cepos cambiarios diversos, importaciones muy restringidas o cerradas”. Y concluye: “Es difícil pensar en crecer genuinamente en 2023 en un marco de tan poca confianza”.
Teo Zorraquín, consultor de Zorraquín + Meneses, también pone en la balanza, a la hora de pensar cómo sería 2023, lo relacionado con la sequía y la política oficial. De lo que ocurra con estos factores se podrá ir proyectando el devenir del año.
“Hay dos factores externos a la producción que han afectado fuerte en 2022 y que afectarán también en 2023, en una magnitud aún a definir. El primero es la sequía generalizada. En la actividad agrícola el primer impacto es la gran caída en la producción de trigo, de unas 23 millones de toneladas de 2021 a 12 o 13 millones en 2022. Esta menor producción implica un menor ingreso de dólares al país (unos US$3000 millones menos) y una menor recaudación. El segundo impacto se da sobre el atraso en las fechas de siembra de maíz y soja, generando la duda sobre si se podrá completar el plan de siembra. Esto, salvo un clima muy favorable en verano y otoño, va a generar una caída en la producción de la cosecha gruesa, o sea menos dólares y menos recaudación. ¿Cuántos dólares menos? Falta mucho, pero entre la fina y la gruesa podría haber unos US$15.000 millones menos para 2023. Para la Argentina, que tiene un Banco Central con muy bajo nivel de reservas, esto es una pésima noticia”, apunta Zorraquín.
El consultor señala que a todo eso se le suma la menor producción de pasto de primavera, algo que afecta en forma directa a los planteos ganaderos y lecheros. “Es de esperar que caiga en el primer semestre de 2023 la producción de carne y leche y esto, a la larga, debe reflejarse en una suba de precios de esos productos”, pronostica.
Según su análisis, las políticas del Gobierno que “potencian los problemas”. “Ante la menor producción de trigo o maíz la respuesta fue restringir las exportaciones (el Gobierno aplica un sistema llamado de volúmenes de equilibrio, que no deja exportar más allá de un determinado tonelaje), lo que potencia la escasez de dólares y envía una señal negativa a los productores. Y el desdoblamiento del tipo de cambio es tan grave como la presión fiscal general, en especial los impuestos a la exportación, lo que presenta la paradoja de que un país que necesita dólares hace lo posible para impedir su generación, afectando directamente la rentabilidad de los productores”, sostiene. Zorraquín teme que 2023 sea un año de menor liquidez para el sector productor.
En este contexto, Horacio Busanello, consultor, se detiene a analizar las proyecciones difundidas por la Bolsa rosarina que, como ya se describió, ubican a la liquidación de divisas del sector agropecuario entre US$9570 millones y US$15.842 millones menos. “No solo caerá el ingreso de dólares a las arcas del Banco Central, también disminuirán los ingresos fiscales en un rango de 21% a 35% en moneda dura. El año electoral se iniciará con un panorama sombrío para el ingreso de los dólares necesarios para asegurar la pax cambiaria, en un contexto político-económico complejo”, afirma.
Para el experto, hasta marzo habrá US$3000 millones menos, por la caída de la cosecha de trigo, algo que, en su opinión, el Gobierno intentó cubrir con el denominado “dólar soja II”. El consultor alertó por los riesgos de repetir este esquema.
“Este nuevo adelantamiento de la venta de soja juega en contra del proceso natural de ventas de la cosecha gruesa que se da a partir de abril y en el cual los jugadores del mercado no tendrán apuro en vender, más allá de lo mínimo necesario, a la espera de un nuevo premio”, reflexiona.
Para Busanello, se han dado problemas con la siembra de maíz que incluso ya representarían otros U$S1000 millones menos que “golpearán” los ingresos del primer semestre.
“Habrá que prender una vela para que el yuyito [en 2008, en pleno conflicto con el campo por las retenciones móviles, la expresidenta Cristina Kirchner habló de la soja como un yuyo] tenga un régimen de lluvias necesario para superar el mejor escenario delineado por la Bolsa de Comercio de Rosario que, a estas alturas, más que optimista luce angustiante [en un escenario realista la entidad prevé una poda de 1,4 millones de toneladas en la oleaginosa, mientras que en uno pesimista calcula un recorte en torno de los 10 millones de toneladas versus la campaña pasada]”, dice.
Según el consultor, el Gobierno mostró que sus necesidades “son mucho mayores de lo que estaba diciendo”. Y en relación con el dólar soja evaluó: “¿El Gobierno está haciendo todo esto y le van a faltar entre US$10.000 y US$15.000 millones? Esto pinta un panorama muy preocupante”.
“El informe de la Bolsa de Comercio [de Rosario] es lapidario, presenta escenarios muy malos, con pocas lluvias. Massa está haciendo lo que puede para no devaluar y hay que reconocérselo, pero con estos números arriba de la mesa, creo que va a ser muy difícil la transición del primer semestre”, concluye.
Por Fernando Bertello
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