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China: ¿Conquistador o socio estratégico?


El interés por China ha crecido de la mano de su meteórico ascenso económico que la ha ubicado entre las principales potencias del planeta. Sin embargo, el hecho más perturbador del Siglo XXI es que la mayor transformación económica y social de la historia de la humanidad fue liderada por el Partido Comunista Chino.


En los ´80 su producto bruto interno representaba apenas un 2-3% de la economía global. Bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, el gigante asiático fijó su prioridad en la modernización del país utilizando todos sus recursos disponibles y creando las condiciones necesarias para atraer ingentes inversiones extranjeras que aprovecharon una inmensa fuerza laboral de bajo costo para erigir al mayor productor de manufacturas del mundo.

Durante los últimos 30 años, China ha ofrecido al mundo:

  • una persistente deflación de precios al exportar productos a valores desconocidos en occidente y mantener los índices de costo de vida deprimidos

  • una insaciable demanda de materias primas que no solo impulsó un súper-ciclo de commodities sino que llenó de dólares los tesoros de las economías emergentes

  • un mercado de consumo de dimensiones únicas y potencial más allá de la imaginación

  • una masiva financiación de los déficits americano y europeo a través de la compra de bonos atesorados en sus inmensas reservas

El gigante asiático sacó de la pobreza a más de 600m de habitantes; aumentó el ingreso medio per cápita de 300 a más de 7000 dólares por año; generó una creciente clase media; más de 650m de usuarios de internet y un turismo emisivo de 100 millones de personas. Elevó el índice de urbanización del 20% al 54% y proyecta llevarlo al 70%. Eso significa agregar 200m de habitantes urbanos y que sus ciudades alberguen a un total de 1000 millones de habitantes en los próximos 20 años.


China se ha convertido en la segunda economía del planeta y se posiciona como una nueva potencia en un mundo multipolar que presencia la gradual decadencia de occidente y del orden nacido sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. El centro de gravedad político y económico ha girado, sin dudas, hacia Oriente.


La economía china no solo es superior a la suma de la alemana y japonesa juntas sino que tiene un una tasa de crecimiento superior a la de las principales potencias. Un escenario totalmente impensado e inesperado hace 30 años. El siglo XX fue moldeado por Occidente. Será China quién moldeará el siglo XXI?


Deng y su pragmatismo capitalista, determinaron un crecimiento exponencial de la economía local al tiempo de revigorizar su régimen comunista. La caída del muro de Berlín marcó el final de la guerra fría y de la bipolaridad soviética-americana para dar nacimiento a una predominancia americana unipolar que comenzó a resquebrajarse con la crisis financiera de 2008. China fue clave a la hora de ayudar al mundo a sobrevivir la crisis engendrada en el propio seno del capitalismo.


El gigante rojo evolucionó de ser uno de los estados más aislados del planeta hasta convertirse en uno de los motores de una economía mundial totalmente integrada e interconectada.

Esta interconexión hizo que el tablero geopolítico mundial sufriera un tembladeral en dos de sus elementos claves: energía y alimentos. China se transformó en el país con mayor demanda de energía del planeta y fue uno de los grandes responsables a la hora de llevar los precios del petróleo por encima de los U$S 100 por barril para luego beneficiarse con su caída.


China debe alimentar al 20% de la población mundial pero solo tiene un 7% del agua dulce y la tierra cultivable del planeta. Tamaño desafío hace que todo lo relacionado con la producción de alimentos sea una cuestión de estado.


Su demanda por alimentos lo llevó a convertirse en un jugador determinante de los mercados de granos, carnes, lácteos, aceites, harinas, etc. China es el primer consumidor de arroz y soja del globo y el segundo de trigo y maíz. Para satisfacer su demanda interna importa la astronómica cifra de 77 m de toneladas de soja por año.


La mejora del ingreso promedio llevó a su creciente clase media a impulsar el consumo de carnes que pasó de 8 m ton en 1978 a más de 76 millones en la actualidad convirtiéndose en el principal productor y consumidor del planeta. Aun así el consumo per cápita chino es de solo 54 kilos por habitante/año frente a media de los países OCDE de 64 kilos por habitante/año.


La creciente clase media del “reino del centro” dio impulso a un gigantesco mercado interno donde se destaca el automotor, que con 23,5 millones de unidades se ha convertido en el más grande del mundo. Esa misma clase media ha llevado a desarrollar un creciente mercado de artículos de lujo y el primero de transacciones online.


El sueño chino, tal como lo expresa el Presidente Xi Jinping, es continuar con el proceso de crecimiento económico y resurrección nacional; duplicar el PBI per cápita y terminar con la pobreza. China refleja la dualidad de ser una potencia económica y al mismo tiempo un país pobre, en desarrollo, con un ingreso per cápita similar al de Perú.


En la actualidad, el gigante asiático busca alcanzar un crecimiento en armonía con tasas de un dígito. Podrá hacerlo?. China tiene abundantes herramientas para resolver los puntos vulnerables de su economía. Claramente los nuevos desafíos son más difíciles de enfrentar que aquellos de los años ´80 y cualquier burbuja inmobiliaria, accionaria o financiera china tiene ahora un impacto global que no se registraba en el pasado.


Sin embargo, los temores actuales se relacionan más con los potenciales errores de política económica así como las dudas sobre la capacidad de las autoridades chinas para llevar calma a los actores globales.


Los mercados del mundo tiemblan no solo ante la perspectiva de un aterrizaje forzoso de la economía china sino que la misma crezca por debajo del anunciado 7%. La desaceleración china no solo marcó el final del súper-ciclo de commodities sino que selló el derrumbe de sus precios.


Una caída de un punto en el crecimiento chino impacta en medio punto del crecimiento global, según Morgan Stanley. La economía china está tan integrada al mundo que una reducción del crecimiento a tasas del 5% generará otra ola masiva de reducción en los precios de las materias primas. Esto, sin dudas, llevará a una espiralización a la baja del crecimiento mundial.


El Banco Mundial advirtió que una desaceleración de la economía china puede llevar a una corrección desordenada de sus vulnerabilidades financieras con graves consecuencias para el resto de los países. La necesidad de un aterrizaje suave de la economía china es clave para evitar una desestabilización de la situación económico-financiera mundial.


La transición de la China de los ´80 a la del siglo XXI fue tutelada por el Partido Comunista Chino que supo adaptarse y reinventarse para mantenerse en el poder. Sin embargo, el crecimiento económico bajo la dirección burocrática de sus miembros ha exacerbado los niveles de corrupción al punto de transformar la lucha contra la misma en un tema central de los líderes del partido. Este flagelo es el gran “talón de Aquiles” del régimen y es uno de los grandes reclamos de la sociedad china junto con la contaminación, la seguridad de los alimentos, etc.


La fabulosa maquinaria partidaria china conducida por el Comité Permanente del Politburó liderado por el Secretario General Xi Jinping es un fenómeno complejo, de dimensiones y características únicas, donde sus más de 80 millones de afiliados forman una intrincada telaraña que se extiende por todo el territorio permitiendo a su cúpula controlar los resortes políticos, militares, económicos y sociales del país bajo el imperio de un estado de derecho con características socialistas chinas.


Es importante entender el rol de Partido Comunista Chino y las contradicciones internas de una sociedad en plena ebullición. No es incompatible ser comunista y millonario o adherir al marxismo-leninismo y conducir una Ferrari en el barrio francés de Shanghái.


El capitalismo rojo o socialismo a la china le ha permitido al Partico Comunista Chino no solo legitimar su poder interno a través del progreso material de sus habitantes sino disputar a largo plazo la supremacía americana que se ve amenazada por primera vez desde la caída del muro de Berlín.

El gigante asiático refleja las contradicciones generadas por su rápido crecimiento. Dentro de su extensa geografía encontramos regiones con alta concentración de riqueza que alternan con zonas muy pobres; centros urbanos desarrollados y ricos versus las zonas rurales pobres y marginadas. A pesar del crecimiento y como reconocen sus propias autoridades, China se ha vuelto un país más desigual.


China es el producto de una historia, cultura, política y valores que tiene muy poco que ver con occidente. La influencia confuciana es clave a la hora de entender los valores y comportamiento de la sociedad china frente al individuo, familia y estado.


Los países tienden a entender la historia según su propia experiencia. China es una dictadura proletaria. Sus líderes rechazan los conceptos de democracia, libertad y de derechos humanos según los entiende occidente. Se aferran a los valores orientales – de origen confuciano - donde el bienestar y las necesidades de la sociedad en su conjunto tienen preeminencia sobre los derechos individuales.

Hay una desconfianza hacia occidente, tal vez, fundada en la violencia colonialista ejercida por las mismas potencias que ahora pregonan las prácticas democráticas. A principios del siglo XX, el Presidente Wilson asignó a Estados Unidos el deber de difundir la democracia y el libre comercio en el mundo. Como describe Guy Soman en su libro Made in USA un “imperialismo democrático” que los conduciría hasta Irak.

La creciente importancia relativa china en el resto de los países del mundo ha colocado a la diplomacia de los mismos en una situación incómoda cuando confrontan intereses económicos versus democracia y derechos humanos. Esta situación fue reflejada por la nota editorial del diario La Nación del 26 de julio de 2014 en ocasión de la visita del Presidente chino a La Argentina donde en uno de sus párrafos reza:

“La promoción de vínculos comerciales con la República Popular China, donde no rige la democracia, no existen libertades públicas y se persigue a los disidentes, es una demostración de madurez política y sabiduría práctica.”

China, al igual que Estados Unidos y Europa, tiene objetivos y metas de largo plazo. Cuáles son las ambiciones de los países latinoamericanos o del Mercosur en particular? Cuáles son los objetivos de largo plazo de nuestro país? No hay que culpar a otros países por querer hacer valer sus planes sino culparnos a nosotros mismos por no tener en claro los nuestros.

El fortalecimiento de las instituciones republicanas así como la construcción de organismos supranacionales son claves a la hora de elevar los objetivos y ambiciones de nuestros países dentro de un marco que permita el diseño de planes de largo aliento; sólidos, sustentables y creíbles. Nadie lo está haciendo y nadie lo hará por nosotros. Si no lo hacemos solo hay que culpar a la miopía de nuestros dirigentes (políticos, empresariales, gremiales, etc.) que prefieren priorizar sus intereses de corto plazo frente al desafío de crear las bases para ser reconocidos como uno de los actores del futuro tablero geopolítico de mediados del siglo XXI.

Ante una economía mundial que muestra signos de debilidad Argentina tiene que aprovechar las oportunidades de largo plazo que presenta el gigante rojo. Nuestro país no solo puede aumentar la venta de granos sino también escalar en la cadena de valor triplicando la producción de carnes, lácteos, vinos y productos regionales así como desarrollar una poderosa industria del turismo de manera de balancear el comercio con el reino del centro y poner en marcha un círculo virtuoso de crecimiento genuino y sustentable de cara al próximo mandato presidencial.


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