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Se necesitan...pero se odian


El escepticismo de un especialista sobre las futuras relaciones comerciales entre China y Estados Unidos. Tarifas, tecnología, carnes y granos.

China y Estados Unidos han firmado una frágil tregua a través de la llamada “fase uno” del acuerdo comercial que es solamente un compromiso limitado entre las dos partes. China se comprometió a no manipular su moneda recién después que Estados Unidos le quitó esta molesta y desagradable etiqueta horas antes del acuerdo.

La vasta mayoría de las tarifas impuestas sobre billones de dólares de importaciones se mantienen prácticamente inalterables mientras que temas clave como el acceso ilícito a tecnología, ciberseguridad o el uso masivo de subsidios industriales por parte de China no hacen al corazón del acuerdo.

Por su parte, China se compromete a comprar unos 200 mil millones de dólares adicionales de productos y servicios americanos en dos años incluyendo bienes industriales, energía, servicios – incluyendo los financieros – y productos agropecuarios. En este último punto, la compra adicional china sería de U$S 12500 millones en este año y de U$S 19500 millones en el 2021 por sobre una base de U$S 24000 millones comprados en el 2017.

No hay muchas precisiones sobre productos y volúmenes en el acuerdo de 86 páginas firmado por ambos países pero, con seguridad, carnes y granos estarán al tope de las compras chinas. Sin embargo, el objetivo americano no es solo profundizar este tipo de compras sino también expandirlas hacia toda la oferta de alimentos americana. Esto es clave para Trump en un año de elecciones cuando los principales estados agropecuarios se volcaron a su favor en las presidenciales anteriores.

La firma de este acuerdo es bienvenida por todos luego de dos desgastantes años de conflictos. Sin embargo, no hay mucha claridad sobre cuándo estas superpotencias se embarcaran en una fase más sólida y comprometida del acuerdo, ya que los americanos quieren testear el cumplimiento de esta primera fase por parte de los chinos y además no quieren hacer olas en un año de elecciones presidenciales.

La firma de esta “fase uno” no deja de lado el creciente aumento del antagonismo entre Beijing y Washington en momentos en que la segunda potencia económica del mundo quiere expandir su influencia más allá de la economía y el comercio. Está claro que se necesitan, pero también que se odian.


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